La Segunda Guerra Mundial significó un gran cambio en la forma de combatir. Junto a las armas convencionales, empleadas en conflictos precedentes, surgieron otras nuevas. Aquellas que habían sido utilizadas anteriormente se adaptaron a novedosas formas de estrategia.
Si en la Primera Guerra Mundial las armas tuvieron fundamentalmente un carácter defensivo (ametralladora, minas, artillería pesada, etc.), útil en la lucha de trincheras, durante la Segunda Guerra Mundial adquirieron más importancia las de carácter ofensivo y móvil. El protagonismo correspondió básicamente al carro de combate y al avión.
Respecto a los tanques, utilizados con desigual éxito en la Gran Guerra, fueron dotados de cañones de mayor calibre, blindajes más gruesos y resistentes, así como de mejoras en la velocidad y autonomía. En este aspecto destacaron los carros de combate alemanes (los panzer en sus diversos modelos), auténticos protagonistas durante la primera fase de la guerra (invasión de Polonia y Batalla de Francia). No le fueron a la zaga en calidad los carros de combate soviéticos, entre los que destacó el famoso T-34. Los aliados dispusieron, en general, carros menos sofisticados, pero algunos de ellos fueron empleados con gran éxito a lo largo de casi todo el conflicto; fue el caso, por ejemplo, del Sherman estadounidense
La aviación jugó un papel esencial durante la contienda, ya fuese utilizada en misiones de bombardeo, o de apoyo a los carros de combate. Abandonó la exclusiva misión de reconocimiento para convertirse en un arma ofensiva. Sirvió para trasladar unidades aerotransportadas (paracaidistas) y, en formaciones cerradas, tuvo la misión de destruir objetivos militares y civiles. En 1939 la Luftwaffe alemana disponía de 4.800 aparatos de guerra, de los cuales 1670 eran bombarderos. Momentos cruciales de la guerra se decidieron en el aire, como ocurrió en la Batalla de Inglaterra (julio-octubre de 1940). Algunos aparatos alcanzaron gran prestigio, como el Stuka alemán o el Spitfire británico.
Otras armas empleadas en el conflicto (ametralladoras antiaéreas, minas anticarro, etc.) estuvieron, en cierto sentido, destinadas a contener el poder destructivo de los tanques y aviones.
Respecto a los tanques, utilizados con desigual éxito en la Gran Guerra, fueron dotados de cañones de mayor calibre, blindajes más gruesos y resistentes, así como de mejoras en la velocidad y autonomía. En este aspecto destacaron los carros de combate alemanes (los panzer en sus diversos modelos), auténticos protagonistas durante la primera fase de la guerra (invasión de Polonia y Batalla de Francia). No le fueron a la zaga en calidad los carros de combate soviéticos, entre los que destacó el famoso T-34. Los aliados dispusieron, en general, carros menos sofisticados, pero algunos de ellos fueron empleados con gran éxito a lo largo de casi todo el conflicto; fue el caso, por ejemplo, del Sherman estadounidense
La aviación jugó un papel esencial durante la contienda, ya fuese utilizada en misiones de bombardeo, o de apoyo a los carros de combate. Abandonó la exclusiva misión de reconocimiento para convertirse en un arma ofensiva. Sirvió para trasladar unidades aerotransportadas (paracaidistas) y, en formaciones cerradas, tuvo la misión de destruir objetivos militares y civiles. En 1939 la Luftwaffe alemana disponía de 4.800 aparatos de guerra, de los cuales 1670 eran bombarderos. Momentos cruciales de la guerra se decidieron en el aire, como ocurrió en la Batalla de Inglaterra (julio-octubre de 1940). Algunos aparatos alcanzaron gran prestigio, como el Stuka alemán o el Spitfire británico.
Otras armas empleadas en el conflicto (ametralladoras antiaéreas, minas anticarro, etc.) estuvieron, en cierto sentido, destinadas a contener el poder destructivo de los tanques y aviones.
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